domingo, 23 de febrero de 2014

Centro

Para luchar contigo. Para encontrar el centro. Para salvar distancias entre tus pensamientos, la niebla ha levantado su mano temblorosa, ha posado su aliento frío. Lo desconocido, ese jirón de nubes en el horizonte, el sol entre las ramas. Tiemblan los pájaros en la espesura, tiembla la voz del viento entre los árboles, tiembla la gota en el filo de la hoja. El mundo se despereza, abre los ojos, lame la cicatriz del miedo. Y entre las espinas, brotes apretados de flores amarillas demoran el inicio de una nueva primavera.


Este camino mojado por la lluvia. Entre las rocas nos diluye. Nos abandona a la inclemencia de nuestro soliloquio. Somos peces en este abismo de verdes cenicientos. Nuestro reflejo se hunde en la quietud desnuda de los olmos. Entre las nubes aún deslumbra el trazo intenso de un mal pensamiento. Hemos recorrido el sendero para encontrarnos. Y aunque apenas nos miramos, concentrados en el canto turbio de los pájaros, esperamos pacientes a que levante la niebla.


Este viaje sin tiempo. Este querer encontrarte en lo único que dura, en lo único que cambia. No esperes ante el abismo incierto. Un solo paso en la espesura, después otro. La línea parda de la tierra que te lleva al pie de la ladera. Se pierde tu mirada entre las encinas, brilla con luz nueva en el verde vivo del algarrobo, se nubla en las espinas tiernas del tojo, se recrea en el rojo incendiado del majoleto. Estás dentro de ti. Aunque apenas dure un instante, lo has entendido.