lunes, 19 de marzo de 2012

Un país de niños



Tras estudiar detenidamente el problema, elucubrar sobre la esencia de este pueblo, disparatar sobre sus costumbres, llegas a la conclusión de que son niños. Imposible admitir que estos amarillos rojizos sean  amos como tú. Pero cómo llamar nativos a estos pulcros seres nacidos para la belleza. 


Y ese tono jocoso con el que te burlas de su ejército. A mí me da pavor pensar que te reías cuando poco después... 

Kipling en esta selva plagada de templos lacados de rojo. En un gesto de generosidad consigo mismo admite, bajito y una sola vez, que no comprende nada. Y sin embargo, no deja de soñar con esa mujer de incomparable sonrisa que le sirve té. ¿Y si pudiera quedarse con ella, para siempre, en este país de cuento de hadas?  Pero se marcha.