martes, 20 de diciembre de 2011

Convalecencia

Por qué te extraña el frío interior que te desvela, este desacuerdo constante con tu cuerpo, esta pesadez, esta desidia, estas inconmensurables ganas de cerrar los ojos. No es la crudeza del invierno lo que te exaspera, sino haber sucumbido una vez más a las inclemencias extremas de tus pensamientos. Y no hallar el momento de emprender la dura batalla de intentar reconciliarte contigo misma.


No basta la cadencia monótona de los sutras, ni el baile convulso de la médium, para impedir el triste final de la Dama Aoi. Los celos y el rencor de esa otra a la que un día amaste y luego olvidaste han arraigado profundamente en su cuerpo, cobrando fuerzas en su debilidad, intercambiando vida por recuerdos. Y no hay lugar para la esperanza, sino un espantoso grito que es una interrogación, que es una queja, que es el último suspiro de lo que nunca muere.


Lamentable, sí, que él bostece mientras reza protegido por el biombo. Qué dulzura la de ella, esperando paciente a que sucumba el demonio causante de esas fiebres. Con el pelo desordenado y las ropas descompuestas, ¿no es amor lo que ofrece? Batalla tan dulce, ¿no tendrá recompensa? 

lunes, 12 de diciembre de 2011

Cosas de dioses


Algunos lanzan rayos, otros soplidos feroces, tormentas apabullantes, males y plagas que duran cien años. No se dignan a bajar a la Tierra. Y cuando lo hacen, les da por raptar y violar jovencitas. Sus hijos son semidioses porque ningún mortal se les compara. Ellos solos crearon el mundo. Únicamente en sus sueños terribles participamos todos porque nadie se libra del poder  inquietante de su furia.


A estos dioses casi humanos les dio por parir islas. Tras compartir, como buenos hermanos que eran,  lo que a ella le faltaba y a él le sobraba, engendraron  Yamato y tierras adyacentes, que poblaron de dioses como ellos. Permitieron su gobierno a un grupo escogido de delicados humanos, sus descendientes directos. Cosas de familia, aún se encuentran en Izumo una vez al año para hablar de sus asuntos, dejando el resto del imperio sin protección alguna. Pero la reunión festiva no dura mucho  y pronto vuelven a sus quehaceres,  a sus chozas en el monte, a sus humildes templos, al acogedor rincón destinado a ellos en cada casa.


Hay ocho nubes
en la casa de Izumo
la de ocho vallas,
donde habita mi esposa,
de ocho vallas guardada.

(Atribuido al dios Susanoo)

viernes, 2 de diciembre de 2011

Seppuku

En otro tiempo, y en ese lugar, con esta hoja afilada envuelta en blanco que me regalas sellaríamos un compromiso: que serías tú, llegado el caso, el único al que pediría ese último favor. Y serías tú, sin duda alguna.

El amanecer del último día. Con la esperanza de que será el último, el elegido. Tras intentar con todas tus fuerzas reconstruir un mundo que ya no existe y para que no sea de otra manera, al menos para ti. Y saber que la mano a la que pediste con una sonrisa en los labios ese último favor no tendrá fuerzas para luchar contigo hasta el final, porque ese final es el tuyo y aún no está preparado para vivir sin ti.

Fingir durante un largo tiempo que nada ha ocurrido, no ver a los leales compañeros, no hablar con nadie, no mostrar arrogancia, ni rencor, ni pena. Pacientes, porque no les mueve la venganza, sino la justicia. Y a ninguno le temblará la mano cuando el final esté cerca porque qué mejor destino que descansar juntos para siempre y merecer eternamente el incienso que tantas generaciones depositarán sobre la tierra amada que los acoge.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Ausencia

                   Aguada de Manuel Morgado


¿Porque no ves el sol, ni el verde brillante de la sierra, dirías que no existen? Están las sombras y el negro apagado, que es el verde de la tarde. Precisamente porque no están, existen. Porque es la ausencia lo que da razón de ser a las pocas cosas que de verdad nos importan en el mundo. Y para qué manchar ese conjunto inquietante de grises con la violencia de los colores vivos, si también es vida esta claridad oscura que tanto nos conmueve.


 
Este camino

Que ni un solo hombre anda.

Tarde de otoño.

Matsuo Bashoo traducido por Carlos Rubio


domingo, 20 de noviembre de 2011

Makoto

Algunos amigos me preguntan por qué  no escribo en este blog más a menudo. Yo les agradezco siempre con una sonrisa su apremio porque, en realidad, la razón de mis espaciados comentarios es tan sencilla como difícil de explicar: porque no puedo. Y no me refiero a la falta de tiempo o de ganas, sino que, sencillamente, carezco de capacidad para el artificio: sólo puedo escribir cuando no puedo dejar de hacerlo. Hay quien dirá que todo es intentarlo, pero yo no quiero intentarlo.

También esta carencia mía explica en cierta medida mi devoción por la literatura japonesa, en especial por la literatura clásica de este país, en la que es esencial el concepto de Makoto, que no es otra cosa que la sinceridad del sentimiento como fundamento mismo del arte literario y, por extensión, de todas las artes y acciones humanas.

Es Ki no Tsurayuki quien por primera vez formula esta y otras cuestiones fundamentales para la literatura del Japón en el famoso prólogo de su antología de poesía japonesa Kokinwakashu. Para Tsurayuki, y cito de memoria, la poesía “nace en el corazón de los hombre”. Luego está el estilo, por supuesto, y tantos maestros japoneses que pueden darnos lecciones de esto. Pero ante todo, y por encima de todo, está la verdad, y no la Verdad con mayúsculas, sino la verdad de uno mismo, que puede ser la de uno sólo o la de todos.  

jueves, 17 de noviembre de 2011

Brocado


El paso del tiempo queda definitivamente demolido con el roce de tu mano y nuestras risas abren la puerta tras la que brilla el rescoldo del cariño que siempre nos ha unido. Y que sincero placer tenerte a mi lado, compartir contigo confidencias, preguntarte por los tuyos…y observar, de soslayo, tu imponente belleza que los años matizaron con destellos de cordura.


Encontrar en cada uno un trocito de mí. Jugar a predecir qué va a ocurrir luego, y que ocurra, igual que siempre, siempre diferente. Y es el frío el fuego del hogar que nos congrega. Y todos vamos saliendo, recortados de la niebla de los otros, para tomar cuerpo definido con los colores estridentes de la vida que ninguno vemos ya ante el espejo.


El bosque se ha teñido
de mil colores.
También nosotros.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Nubes

Este cielo de postal, con esas nubes pintadas, tan altas, no es el cielo que tu pintas con la imaginación, sino ese otro azotado por la lluvia, tal vez con un fondo de palmeras y un refugio de palmas entre ellas donde esconderse a esperar que pase el vendaval y la claridad difusa del nuevo día dibuje un cielo de postal con nubes lejanas.



El tren sube lentamente hasta al refugio de montaña. Nubes suspendidas en el cielo: un pretexto para iniciar una conversación que deriva sin remisión hacia ellos mismos, hacia esos días lejanos en los que la felicidad, esa nota discordante, era mirarse lentamente y besarse en los labios sabiendo que todo estaba a punto de acabar.



Allá arriba, mientras charla acostado junto a ella, separados tan solo por la lluvia que cae insistentemente en su interior, el deseo es un abismo, un mar de algas, un cielo bajo de tormenta. Y ese dolor punzante de la renuncia.

martes, 25 de octubre de 2011

Otoño

Después de todo, aún hay días en los que siento que le sigo “importando al mundo”, aunque sea a ese pequeño mundo que yo misma he construido, como esos pájaros que adornan sus nidos amontonando trocitos de espejo, cadenas rotas, latillas de refrescos pulimentadas por la lluvia... Así, todo junto, crea la ilusión de joya bruñida  que brilla con el sol de la tarde o la luna pálida del otoño.



Y ese pájaro que anida en el interior de un maniquí roto que en otro tiempo soportó la pesada carga de ser cuerpo. Bajo la nieve, su canto aún recuerda lo que está vivo, y hace daño. O ese otro que rompe las noches del verano con su canto insolente y es canción del recuerdo en cada nuevo otoño.



Sin nadie ver

su esplendor, han caído,

allá en el monte,

hojas de otoño. ¡Cuánto

color tendrá esta noche!

Ki no Tsurayuki traducido por Carlos Rubio





domingo, 9 de octubre de 2011

Marcas

Las que nos deja el tiempo con su afán de perpetuarse en pequeñas filigranas que un día nos hicieron sufrir. Ahora, al mirarlas, nos producen escalofríos de dolor y de añoranza.



Por esta vio la luz, y la llevo a gala. Aunque me cambió para siempre, jamás dolió.


Y esta otra, que es el miedo, quiero conservarla conmigo. Porque es parte de mí esta imperfección que me define y es parte de mi vida porque nunca supe qué hace ahí, porque es la pregunta siempre abierta que me mueve.


En el costado, lunar delicioso. Por admirarlo en carne siempre joven, Honda ha vivido más de una vida encadenado al recuerdo de un cuerpo desnudo bajo el agua vibrante de la cascada.




Brilla la herida.

El viento entre las cañas,

como un rugido.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Bunraku

Esa extraña sensación de que el mundo que corre y gira imparable se detiene bruscamente y se hace el silencio, al menos para ti que miras a tu alrededor sin comprender nada.


Un hombre reflexiona sobre el momento propicio para dar el difícil paso de abandonar a su mujer para siempre mientras contempla el inquietante dramatismo de las marionetas del bunraku. A su lado, su suegro alarga la mano para que su concubina le llene la copa de sake. Una imagen congelada en el tiempo, porque ellos son también muñecos de madera sostenidos por la mano bien visible de las convenciones sociales.


Pero como ignorar el deseo imperioso de ser libre, de no amar, de no sentir, de no oír más que el canto sordo del corazón propio hasta caer de bruces sobre el suelo, y levantarse de nuevo, y seguir adelante. ¿Pero hacia dónde?

jueves, 22 de septiembre de 2011

Notas de Lecturas 1

Durante la era Meiji, muchos fueros los intelectuales japoneses que salieron al extranjero para aprender de primera mano la sabiduría de occidente. Algunos escritores ilustres formaron también parte de esta decidida expedición que tenía como trascendental misión cambiar el rumbo de un país que había vivido ensimismado durante siglos. Entre estos hombres, conscientes de que en sus manos se dejaba una gran parte de la responsabilidad que suponía dar un giro a la historia de Japón, había algunos jóvenes escritores. Entre ellos Ogai Mori, que residió durante un tiempo en Francia.


Fruto de sus andanzas parisinas, el relato La bailarina, recientemente publicado por la editorial Impedimenta, recoge la experiencia de este autor en un mundo extraño recreado con las nuevas armas literarias adquiridas gracias al contacto con la literatura occidental, por ejemplo el empleo de la primera persona para relatar las experiencia vividas, que no era propio de su nativa literatura japonesa.

Las calles de París se convierten en un escenario singularmente descrito por un mundano joven japonés que finalmente ha de rendirse al peso de las convenciones sociales de una sociedad, la suya, a la que tiene que rendir cuentas aunque esté a muchos kilómetros de distancia.

En La bailarina, Ogai Moiri describe una relación amorosa inverosímil, pero llena de encanto y pasión, a través de una prosa sencilla y directa que deja aflorar el perfume del rosal de sus sentimientos sin privarnos de pincharnos con sus afiladas espinas.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Lecturas de verano


Regalos: Nieve pura para curar las heridas, perversos caprichos para negar el amor, la aventura parisina de un joven japonés...Estar muy lejos sin moverse de casa.



Otras lecturas al hilo de éstas. Qué sorprendentemente familiares me resultan ciertos paisajes en los que nunca he estado, pero en lo que sí he vivido.


Y la certeza absoluta de que si alguna vez viajo allí no estaré lejos, sino dentro de mí.

viernes, 29 de julio de 2011

Paseo

Discurre junto al río este camino que recorro a solas. Los cinco sentidos puestos en el olor acogedor de la higuera, en el elemental sonido del viento que mueve las ramas de los fresnos, en la canción melancólica del agua…Hace tiempo, mientras hacía también a solas este mismo camino, creí ver un hobbit sonriente tras la espesura de las zarzas, pero ahora me asalta por sorpresa la imagen de un ronin que se ríe y bebe sake sentado en un recodo de esta senda.

El río y su frescura: aquí, tan cerca, con los ojos bien abiertos, pegada a la tierra, disfrutando del verde, reencontrada en la frialdad del agua. Gracias a los medianos que me ayudaron a soportar la carga, ahora puedo sentarme con el ronin,  y reír  y beber sake en el recodo de esta senda.

En el silencio ensordecedor de la noche, el emperador niño espera impaciente que el joven ciego haga sonar los inquietantes acordes de su biwa: ese sonido hiriente que lo devuelve a la vida y le da una nueva oportunidad para lanzarse, abrazado a su abuela, a las frías agua de Dan-no-ura. 

lunes, 25 de julio de 2011

Aritmética


El orden de los factores sí altera el producto. Mientras termino el Japón heroico y galante de Gómez Carrillo me pregunto si mi mundo personal, tal como es ahora, existiría si éste hubiera sido mi primer libro sobre Japón. Estoy segura de que no.


Una de las primeras entradas: Lafcadio Hearn enamorado de una japonesa. Pierre Loti enamorado de su ingenio. Ambos nos hablan de Japón. ¿Qué imagen verdadera nos queda? ¿La del amor que todo lo entiende, la de la distancia que todo lo acerca?


Añado: Gómez Carrillo enamorado del papel couché. Lo imagino en los grandes salones de occidente relatando la crónica de su viaje a Oriente como el que exhibe un raro insecto conservado en ámbar. Y también.

miércoles, 15 de junio de 2011

A modo de Sei Shōnagon




Cosas encantadoras


Las dos tórtolas que descansan diariamente en la señal de tráfico de delante de mi ventana.


Que un amigo al que conoces poco te cante una canción.


La luna, casi llena, que se divisa desde el puente que cruza la bahía.


Verte dormir hundida en el bosque otoñal de tu edredón.


Recibir un mensaje cariñoso de alguien a quien ves a diario.

martes, 10 de mayo de 2011

Fantasmas

No arrastran cadenas, ni adornan sus cuerpos con sudarios blancos, pero todos vienen de otro tiempo lejano y me saludan con un “hola MA”, con un “buenos días Señorita”…Los hay gentiles y amables, los hay que se asustan al verme, otros me recriminan mi forma de actuar, y también alguno manda abrazos. ¿Cómo han llegado hasta aquí, en esta soleada mañana de domingo en la que vivo una vida que no me pertenece? ¿Por qué son ellos los que se sorprenden, mientras yo los recibo con sincera ternura?


El sonido de la lluvia los congrega y obedientes comparecen para aclarar las dudas de los que aquí quedaron. Y es el temblor que provocan al ser reconocidos, tras su partida, lo que les da razón de ser y les confiere su identidad de seres venidos de otro mundo para cerrar o abrir heridas que cicatrizan lentamente, muy lentamente.


Desde otro tiempo,
nubes de primavera
los han traído.

jueves, 5 de mayo de 2011

Fugacidad

Intento aprender de memoria el primer párrafo de este magnífico libro, que empiezo a releer por segunda vez. Y mientras lo hago, la lluvia laca en verde los campos y arrastra el tiempo de esta primavera bulliciosa haciendo realidad el sonido de la campana del templo de Gion...




Me dispongo a vivir una nueva experiencia que tal vez me depare algún hallazgo valioso. Temor y entusiasmo a partes iguales. Pero, ¿no es esa fórmula mágica la que me ha movido siempre?



Antes de dejar su casa para siempre, la dama Gio recoge minuciosamente su cuarto y se marcha llorando porque su bondad imprudente precipitó su destino, y eso siempre duele.

domingo, 10 de abril de 2011

Fin de semana


Cubre la Sierra,
para que yo te siga,
alfombra verde.

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El majoleto,
el cerezo del huerto,
   la primavera…

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Estas dos calas
que comparten la tierra
se nos parecen.

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   Este hortelano
     ha cortado dos rosas
    por no pintarlas.




domingo, 27 de marzo de 2011

Maneras

Casi al final de la entrevista con este afamado y premiado escritor japonés, a propósito del desastre nuclear que amenaza su país, aparece esta frase escalofriante: “los muertos que nos miraban nos obligaban a respetar esos ideales”.

Y se derrumba ante mis ojos el espejismo de su occidentalizada corrección política, porque aunque quiera explicar el mundo con los parámetros moderados del que ha aprendido a vivir entre nosotros, él no es como nosotros, él siempre tendrá que rendir cuentas ante lo invisible.

“Están dando una lección al mundo”, dices, mientras aseguras compartir mis sentimientos, ahora que por fin los conoces. Pero no los conoces, y yo muy poco. Sólo vislumbras la tristeza contenida tras el rostro sereno de la mujer que espera oír al otro lado del teléfono la voz de la persona amada. Y llamas autocontrol a lo que ella llamaría decencia.

sábado, 12 de marzo de 2011

Los peores presagios


"Sentí verdadero miedo -dice este español residente en Japón al que entrevistan en la radio para que dé testimonio del terrible terremoto- cuando vi que un compañero japonés empezaba a mostrar miedo".


Los peores presagios se han cumplido. Y en mis sueños, la ola gigante ha alcanzado una vez más un pedazo de mi vida. En mi ciudad está arraigado el temor del agua que todo lo arrasa y uno mira con miedo el mar esos días en los que el gris se vuelve turbio dentro del corazón.


Y estas fotos que no muestran desesperación, sino perplejidad, resignación y asombro ante la fuerza de la naturaleza, cuando todos se preparaban para contemplar, un año más, la llegada de la primavera. Pero habrá tiempo.

jueves, 17 de febrero de 2011

El corazón de las cosas

Esa niebla temprana por la que asoma el verde negro de los pinos, y te devuelve a otra niebla lejana que está dentro de ti para que aprecies el sol que ahora brilla.



Alguien que te busca, teniéndote al lado, porque no sabe utilizar las palabras para preguntarte, porque no conoce aún la manera de reconocer que le interesas un poco.



El calor de ese cuerpo pequeño que te llama con su canción de vocales ensartadas. Y fue interrogación primero y, más tarde, deseo formulado y felizmente cumplido para acompañarte ahora, hecho un ovillo, en las largas tarde del invierno.

domingo, 23 de enero de 2011

La misma luna

La que luce su frialdad blanca muy de mañana, la de las noches tibias del otoño, la que cambia el carácter de los hombres, la que se oculta tras la nube que presagia la tormenta, la que no quiero ver de madrugada…esa misma luna.


¿No es ésa la luna?
Y la primavera,
¿No es la de siempre?
¿Cómo es que yo solo
soy el mismo que era?
(Ariwara Narihira traducido por Antonio Cabeza)