Por dinero, por rencor, por el honor público, por la riqueza, por el oro y, sobre todo, con engaños se mueven los personajes fantásticos de estas Mil y una noches que ahora leo en una preciosa edición de los años 40 a la que me unen sentimientos recién nacidos.
Me pregunto, autoexiliada de mi jardín zen, por qué no podrá elegir cada uno su propia tradición.
Imagino a Koizumi Yakumo nombrándose asimismo en alto para conjurar un pasado que quedaba definitivamente atrás con la elección de este nombre. Es tan difícil.